En el día mundial de la salud mental, todos los medios informativos se han
hecho eco de una circunstancia ciertamente preocupante para España:
Nuestro país está a la cabeza de todos los países del mundo en el
consumo de ansiolíticos.
Basta con investigar en la Historia de la alimentación humana para ver la
importante relación que existe entre los problemas mentales y el aumento de
las capacidades cognitivas, y el consumo de alimentos con probióticos activos.
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ToggleMicroorganismos Probióticos – Microbiota
Nos hemos convertido en una sociedad consumidora de medicamentos para remediar nuestra falta de estabilidad emocional y, por ende, nuestra salud mental.
Buscamos la solución a nuestras neuras tomando pastillas que calmen nuestro nerviosismo sin darnos cuenta de que la solución la tenemos en nuestro interior.
Y en este caso, no me refiero a ese yo interior etéreo que se pretende potenciar en los procesos de meditación trascendental, al parecer tan útiles en especial para mentes orientales. Es algo mucho más físico.
Es un interior tangible, se puede medir y pesar. Me refiero a millones de microorganismos probióticos que con un peso de un par de kilos habitan nuestro intestino que se conoce como Microbiota o Flora intestinal.
Psicobióticos
Se dice de los ansiolíticos que… “son medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central, reduciendo la angustia y la ansiedad del paciente”.
Dice sobre el “Sistema nervioso central” … pues curiosamente, diferentes estudios, ya han demostrado que: “Los psicobióticos que contienen Lactobacillus rhamnosus, una bacteria que también se halla en nuestro intestino, pueden aliviar la ansiedad actuando sobre la expresión de los receptores GABA, que es el principal neurotransmisor inhibidor y relajante del sistema nervioso central.”(1)
(1).Psicobióticos: Los probióticos que cambian tu cerebro (30 julio 2020). El Prado psicólogos.
Alimentación histórica de las tropas
Existe una clara relación entre la falta de probióticos activos en las raciones de campaña y la aparición masiva de enfermedades mentales en los soldados que volvían y vuelven del frente.
Hasta la Primera Gran Guerra, en el siglo XIX, no se daba un número tan extenso de enfermedades mentales entre los soldados que habían permanecido largo tiempo en campaña.
Y está fielmente documentado, gracias a la estricta burocracia de las intendencias militares, que fue precisamente a partir de esa guerra, cuando los sistemas de conservación de alimentos se basaron en tratamientos térmicos que eliminaron cualquier presencia de vida en las raciones de los soldados.
Al revisar la información de la que disponemos sobre la alimentación histórica de las tropas, a través de los tiempos, debemos admitir que la mayor parte de sus provisiones, se basaban en alimentos que se mantenían comestibles gracias a algún tipo de fermentación y que, en la mayoría de los casos, serían consumidas crudas y con los correspondientes microorganismos activos.
El desconocimiento de las técnicas de conservación por calor y la lógica falta de equipos de refrigeración, obligaba a preservar los alimentos, mediante procesos de curación, ahumados, salazones, acidificaciones… Es el caso de los embutidos, las leches fermentadas, los quesos, las aceitunas…
Romanos
Así, las tropas romanas, recibían salazones y salsas de pescado (Garum) que se producían en toda la costa de lo que entonces era Hispania.
Tártaros
Los tártaros hicieron sus conquistas, llevando consigo las yeguas que les proporcionaban la leche que dejaban fermentar, y los tasajos de carne de caballo que curaban fermentándola entre la silla y el lomo del caballo.
Vikingos
También podemos deducir que, en general, las bebidas fermentadas cómo la hidromiel, que bebían los vikingos o el vino que daban a los tercios de Flandes, o las cervezas en general sin pasterizar, estarían bullendo de probióticos, ya que entonces, aún no había descubierto Pasteur que matando a los microorganismos responsables de las fermentaciones, se estabilizaba el sabor de los vinos.
Alimentos vivos con microorganismos fermentativos
¿Cuántas más evidencias van a ser necesarias para que nos tomemos en serio la gran importancia que tienen para nuestra salud, mental y por supuesto que también física?
Visto lo anterior, quizás debamos reforzar nuestra microbiota para, entre otras cosas, que nos carguen de la serotonina, esa hormona de la felicidad que ellas saben generar y así nos enfrentemos para vivir nuestra batalla diaria con las armas necesarias que nos permitan vivir día a día mentalmente sosegados.
Por ello, es importante que prestemos especial atención al consumo de
alimentos vivos con suficiente cantidad de microorganismos fermentativos.
Aquí algunos ejemplos:
- Los lácteos fermentados son una buena opción (yogur, kéfir, bífidus, Activia),
- procuraremos alternarlos incluso de diferentes marcas.
- Los quesos, en general, también suelen aportar elementos vivos, salvo los
- quesos frescos o los quesos fundidos.
- Los embutidos curados, consumidos crudos, también disponen de una serie
- de microorganismos que propiciaron la fermentación y curación de la pieza.
- La miel cruda y natural es una maravillosa fuente de probióticos, pero es cada
- vez más difícil encontrarla si tratar.
- Las bebidas fermentadas como la Kombucha o el vino, cerveza o hidromiel, si
- las consigues sin pasterizar.
- En el caso las aceitunas, en los procesos de curación se desarrolla una gran
- variedad de microorganismos fermentativos, pero los tratamientos posteriores
- para conservarlas en las líneas de distribución, los eliminan.
De todas formas, pronto llegarán al mercado las aceitunas del tiempo, curadas y aliñadas, que suelen encontrarse en bares y restaurantes, en quiosquillos callejeros, e incluso en hogares para consumo personal. Las aceitunas aportan también la fibra que se comporta como probiótico llegando al colon a medio asimilar para festín de los probióticos.
Por: José Antonio Barroso
José Antonio Barroso, fundador del Grupo Microal-Tecoal, nos ofrece una descripción precisa sobre la perfecta simbiosis ancestral entre el ser humano y los probióticos, de la que nos hemos beneficiado inmensamente de forma mutua y gracias a la cual somos lo que hoy somos, como especie y como civilización.